“Nos encontramos en
plena revolución multimedia. Esta revolución está transformando al homo
sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la
palabra ha sido destronada por la imagen”
Giovanni
Sartori
La
televisión modifica sustancialmente la relación entre entender y ver
produciendo una permutación, una metamorfosis, que revierte en la naturaleza
misma del Homo Sapiens. Dado que la
televisión no es sólo instrumento de comunicación, es también un instrumento
que genera un nuevo tipo de ser humano. Al principio fue la palabra así lo dice
el Evangelio de Juan, hoy se tendría que decir que al principio fue la
imagen.
El
video niño crece ante un televisor sordo de por vida a los estímulos de la
lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita, este video niño será
un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural.
El
puro y simple acto de ver, la anulación de los conceptos, atrofia nuestra
capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender. La
idea, escribía Kant, es un concepto necesario de la razón al cual no puede ser
dado en los sentidos ningún objeto adecuado.
La
acusación a la televisión es grave, y no se trata solo de una inquisición o una
cruzada en contra del progreso tecnológico, se asume como inevitable el
fenómeno del progreso tecnológico, como algo que no se puede ni se debe
detener, pero no por ello debemos permitir que se nos escape de las manos, ni
debemos darnos por vencidos negligentemente sin tratar de impedir que la
cultura de la lectura decaiga rápidamente pues es innegable el hecho de que la
televisión no produce por si misma casi ninguna inteligibilidad.
Así
pues, la cultura de la imagen rompe el delicado equilibrio entre pasión y
racionalidad. Porque en general la imagen es portadora de mensajes que
encienden los sentimientos, agitan las emociones, excitan los sentidos y
apasionan al público es por esto que la televisión empobrece drásticamente la
información y la formación del ciudadano. Y sobre todo el mundo en imágenes que
nos ofrece el video-ver desactiva nuestra capacidad de abstracción y, con ella,
nuestra capacidad de comprender los problemas y afrontarlos racionalmente.
Es
cierto que la imagen puede valer más que mil palabras, pero también es verdad
que un millón de imágenes no dan un solo concepto. Ver no es conocer, el
conocer puede ser ayudado por el ver, pero esto no quita para que el conocer
por conceptos se despliegue por entero más allá de lo visible.
*Estudiante de la Maestría en Marketing
Político
U A D
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