miércoles, 21 de septiembre de 2011


El déficit de legitimidad y  política
Por Miguel Ángel Vázquez Ávila
Es poco probable que pueda mantener sus márgenes de superioridad, irá naturalmente a la baja; la cuestión será mantener el control del descenso y un margen suficiente de ventaja.
El proceso político mexicano alcanzará en las próximas semanas y meses altas cotas de intensidad. En la superficie todo remite y se explica en términos del proceso electoral. El 1 de julio como el punto focal que sirve de marco explicativo y comprensivo de todo comportamiento político. El establecimiento inminente del cuadro de competidores por la Presidencia de la República (entre el 18 y el 24 de noviembre) y el alineamiento de las fuerzas políticas partidistas, sus cálculos de coalición y apuestas propias, están ya en trance de definición.
Las precampañas internas (en curso desde hace meses) deberían comenzar —de acuerdo con las absurdas disposiciones electorales— hasta el 18 de diciembre. Enredos de las leyes electorales, sobre regulaciones y carga atrabiliaria de atribuciones al IFE (todavía con la falta constitucional de tres consejeros) hacen poco fiable a la autoridad electoral. El déficit de legitimidad y polarización política derivados del defectuoso del proceso electoral pasado no han sido removidos del escenario. Se ha vivido una regresión política, legal e institucional respecto de 2000.
Pero más allá de la parafernalia electoral y mediática, el fondo de la realidad política y social está determinado por el deterioro político-institucional del Estado y la partidización del gobierno del presidente Calderón; ellos constituyen elementos de distorsión y riesgo para el desenvolvimiento de las elecciones en sí mismas. Pero, la amenaza mayor estriba en la profunda fisura nacional provocada por el violento dominio criminal; su poderío financiero, político, cultural, así como su arraigo societal entran en colisión, como contrapunto perversamente complementario, con la estrategia de finalizar el gobierno a “tambor batiente”. Se sabe: su eje es la utilización (todavía) ilegal de la fuerza armada en tareas de seguridad pública.
Esta dimensión radical de descomposición política del Estado, así como el correspondiente descreimiento de la sociedad respecto de la sociedad política, sus valores, discurso y procedimientos (amén debilidades estructurales de la economía), ponen en el horizonte nacional un vaciamiento de sentido al relevo y renovación del presidente y el Congreso federal, nueve gubernaturas, 13 Congresos locales y 583 municipios a lo largo del 2012.
Difícil asumir, con racionalidad suficiente, que los mexicanos podamos con nuestro voto determinar los sentidos de las políticas gubernamentales; grave la probabilidad de entender que las elecciones carecen de potencia de cambio y corrección del rumbo del país. El esfuerzo legitimador de la industria de medios de comunicación podrá ser abrumador y, no obstante, débilmente convincente. Manipulación mediática que debilita la calidad democrática, abstencionismo y voto nulo no dejan de aparecer en el horizonte de 2012.
El elenco del cuadro de competidores ya está establecido, la fase de eliminación de supernumerarios y excedentes ya está en curso, una vez que dos de los contendientes más conspicuos, Peña Nieto (gran favorito de las encuestas) y Cordero (presunto delfín de Calderón) han quedado desligados de sus puestos políticos (ganando en libertad declarativa y movimientos, si bien perdiendo en manejo directo de recursos). Es Ebrard quien mantiene la ventaja de la dualidad de cargo y aspiraciones (su contenida pugna con AMLO no se ha definido; es previsible, sin embargo, que la candidatura para el GDF sea la prioritaria —de vida o muerte— y en ella se mantenga la unidad de las “izquierdas).
Peña Nieto inicia un etapa difícil, sobre todo los próximos tres meses, ya sin cargo público y con sinnúmero de restricciones legales. Su amplia ventaja en la opinión pública condiciona el sentido y curso de su campaña. Es poco probable que pueda mantener sus márgenes de superioridad, irá naturalmente a la baja; la cuestión será mantener el control del descenso y mantener un margen suficiente de ventaja. Una campaña que exigirá inteligencia y ponderación, el reto mediático será evitar la percepción de un desplome que redunde en fortalecimiento de sus adversarios, hoy en franca desventaja. No podrá ser arrollador su triunfo. Imponderables de alto riesgo podrán adquirir rango de pertinencia. La competencia de Beltrones (de baja aunque significativa presencia en los sondeos), bajo la propuesta de primero el programa y luego el candidato, parece solventable por vía de negociaciones.
La decisión del PRI de ir por un proceso de elección abierta de su candidato, con la supuesta ventaja de ganar en legitimidad democrática y el conocido riesgo de fomentar el divisionismo y el agotamiento de la imagen del candidato, parece tener la intención de justificar la exposición pública lo más inmediata posible, en aras de un proselitismo no sólo intra-partidario, sino abierto al conjunto de la ciudadanía. Apuesta de riesgo.

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